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Carta de una enfermera

Tijuana.- Nunca pensó que llegaría el día en que negaría su profesión, puesto que desde  su niñez tuvo claro que queria ser enfermera. Su héroe de la infancia nunca fue ninguna princesa de Walt Disney, sino Florence Nightingale, considerada pionera de la enfermería profesional.

Desde hace 5 años cuando terminó sus estudios de enfermería, para ella no había mayor orgullo que el portar su uniforme que la identifica como profesionista de la salud.

Ahora todo es distinto, y cada vez que tiiene que pedir un transporte privado para trasladarse de su casa a la clínica 1 del IMSS, Karla Somoza al igual que sus compañeras tiene que esconder ese uniforme que le da tanto orgullo.

Lo hace desde que hace unas semanas el chofer de una de esas plataforrmas de transporte privado le negó el servicio cuando la vio salir de su casa vestida de enfermera.

“Es enfermera, no puedo subirla”, fue la frase que la joven recuerda que fue pronunciiada por el chofer que al instante aceleró.

Desde entonces, señala, dentro de la mochila tranaparente que usan las enfermeras de las instituciones de salud públicas, mete una playera, unos pantalones y unos tenis.

Cuenta que en ocasiones cuando le toca un chofer platicador y sale el tema de la profesión que desempeña, ella responde “No estudié ninguna profesión, trabajo por mi cuenta de estilista”. Luego siente una profunda tristeza al negar su profesión, esa con la que soñó desde niña y que a su familia la ha llenado de orgullo.

Pide bajarse cuadras antes del hospital para no levantar sospechas, y de regreso a su casa, después de una intensa jornada de trabajo y aunque la careta de protección le deja marcas en la cara, vuele a negar que es enfermera. Espera a que llegue el día en que no tenga que ocultar el orgullo que le produce serlo.