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Opinión

La noche de los nahuales || Benjamín M. Ramírez

¡No te preocupes, Rosario! Un asalto decente o la simulación es una elección.

Sin sorpresas que mantuviera en la incertidumbre a los mercados financieros el más fuerte de los candidatos en las filas del tricolor en la elección del domingo pasado ganó sin cortapisas.

A diferencia respecto a los resultados en la elección primaria en Argentina donde Alberto Fernández gana con el 47% a favor, en contra del 32% de Macri, la victoria peronista ha provocado la especulación y la zozobra económica.

En México, a nadie sorprendió el uso y disposición de recursos para la ejecución de una más de las simulaciones dentro de las filas del tricolor, sin la presencia de los grandes monopolios que pudieran inclinar la balanza hacia un determinado candidato. Dicho de otra manera, la elección ya estaba sellada. Incluso, para las diez de la mañana en la franja del pacífico Alito ya era considerado el nuevo presidente del Comité Ejecutivo Nacional, CEN, del revolucionario institucional.

Pese a los apabullantes y famélicos resultados, la opositora al triunfo de Alito, —en algunos círculos se le denomina AMLITO— Ivonne Ortega, ha denunciado añejas, rancias y rejuvenecidas prácticas del tricolor para asegurar el triunfo de Moreno. Acarreo, compra de votos, urnas embarazadas, compra y coacción del voto, fueron algunos rasgos distintivos en la elección interna del tricolor, según lo expresado por Ivonne Ortega.

Ignoro cuáles serían las ganancias inmediatas del candidato vencedor en las contiendas del domingo pasado a partir de lo que queda del partido de la revolución, considerando que, como se dice en los círculos del poder, en política no hay cadáveres. Lo cierto es que la figura y el quehacer de Alejandro Moreno sólo representa, para el partido que dirige actualmente los destinos del país, un comodín en el ajedrez de los grandes temas nacionales.

Sin duda alguna, los millones de votantes que eligieron a Alejandro Moreno no necesariamente tienen que ser del tricolor. En algún momento, los otros partidos mandaron a sus huestes asegurando la elección para que gane el menos combativo o el candidato más débil. Así son los entresijos de la democracia. El candidato ganador debe ser el que más nos convenga, me dijo un operador político.  

Y si la elección del domingo fue sólo una pantalla de una democracia que no se ha visto en toda la historia del tricolor, la simulación fue la elección de la cúpula priista para colmar los intereses de propios y extraños, el manejo del financiamiento gubernamental y, sobre todo, el control de las candidaturas en 2021, incapaces de tener la vocación para ser la oposición en beneficio del país.

Al Revolucionario Institucional no le interesa ser oposición, le conviene la negociación. Un voto es un voto que puede ser negociado, en cualquiera de las dos cámaras. Detrás de la doctrina del PRI están los intereses de quienes han hecho del poder la lámpara de Aladino.

En otro rubro, si la ley en nuestro país no cambia sus matices y su vocación hacia la justicia, Rosario Robles, a quien la Fiscalía General de la República le reclama hechos de corrupción cuando fungiera como secretaria de Estado, podrá salir bien librada de todos los procesos de imputación y vinculación por daños al erario.

Así se maneja la ley en este país para los acaudalados, para quienes ostentan el poder económico y las relaciones con el poder o simplemente han vivido a costa del erario y conocen los recovecos de la justicia para salir bien librados de cualquier hecho delictuoso. Reza entre los leguleyos: existen dos tipos de abogados, el que conoce al juez y el que conoce la ley. El primero siempre gana.

Y es por ello que Rosario no tiene por qué preocuparse. A lo sumo, la sentencia será irrisoria, como la del juez que ha sentenciado a uno de los denominados “Porkis” a pagar setenta pesos de multa, y cinco años de prisión por los delitos de pederastia agravada y abuso sexual en contra de una menor. Así que la otrora, poderosa y plenipotenciaria secretaria de Estado saldrá bien librada de ésta y otras acusaciones, porque ella trae “las faldas bien puestas, tomando al toro por los cuernos”.

En otros asuntos, tal como usted ya sabrá, el color púrpura con su acre y nauseabundo olor inunda gran parte del país con una violencia incontenible, asaltos en el transporte público, a transeúntes y robo en sus distintas modalidades, sin que exista poder humano que pueda contenerlo, provocando con ello el dolor y la queja lánguida de quienes se ven en las circunstancias inevitables de ser tocados por la desgracia.

Relata una estudiante a quien le robaron sus pertenencias al igual que a sus compañeros de escuela: fue un asalto decente. —Sólo celulares y efectivo, —sostuvo. No es posible que una minoría rapaz pueda mantener en zozobra a una sociedad soterrada por la ingenuidad y candor de las autoridades.

Y en el peor de los escenarios, cuando la autoridad es quien perpetra algún hecho delictivo en contra de la ciudadanía, como el caso de la menor de edad que se dirigía a su domicilio —en la demarcación Azcapotzalco— después de haber asistido a una fiesta: los patrulleros le preguntaron por qué andaba sola. La subieron a la patrulla en donde los uniformados se turnaron para abusar sexualmente de ella.

Las contradicciones entre una autoridad y otra no abonan en nada a la de por sí demeritada fama de la policía de la Ciudad de México. Mientras una autoridad afirma que se encuentran en funciones, la otra manifiesta que están sujetas a investigación y separados de su cargo, lo que sí es seguro es que no se les castigará con el rigor de la ley; por lo pronto los policías no se encuentran como imputados.

Frente a este y otros hechos que se han convertido en la génesis de la impunidad en México, con las bondades del nuevo sistema penal acusatorio, los uniformados saldrán libres en virtud de que no fueron encontrados en flagrancia, el delito no es considerado grave, y los acusados pueden apelar a la reparación del daño.

Así, probablemente con 70 pesos y cinco años de prisión, y “con derecho a la suspensión condicional por la cantidad de 15 mil pesos”, la justicia no tiene lugar en una patria azotada por hechos delictivos.

En este país la justicia tiene precio. Y quien puede pagar consigue delinquir y gozar en libertad. Como ejemplo, el de Mario Marín.